Luz Elena Caicedo, mujer de 32 años, madre de un niño de 4 años, murió en Cali porque mediante una cirugía estética se inyectó un líquido en sus glúteos y se esparció a sus pulmones; en la misma ciudad, Adriana Patricia Hernández, de 24 años, falleció luego de una rinoplastia. Damaris Campos, peruana, murió en Medellín durante la extracción de biopolímeros que estaban afectando su salud, era la madre de dos niños de 7 meses y 8 años. En Villavicencio a 3 hombres les inyectaron silicona liquida en sus glúteos, provocándoles necrosis, y en Sincelejo un hombre murió por causa similar.
Como estos son muchos los casos de hombres y mujeres que en lo que va del 2018 han muerto a causa de malas prácticas en la realización de cirugías estéticas en Colombia. Un problema que debería escandalizar a más de uno. Como Luz Elena, Adriana o Damaris, solo en el 2017, según Medicina Legal, hubo un incremento del 130% en las muertes por cirugías estéticas. Y es que en ese mismo año se realizaron 3.264.254 cirugías en el mundo, en donde Colombia ocupa el puesto 11 de países donde más se realizan procedimientos, con 505.161 en dicho año.
Así, en Colombia se realizan los famosos “combos”, consistentes en la realización de una serie de cirugías estéticas a lo largo del cuerpo y, por lo cual, murió en Cali en mayo de este año, Jessica Joan Catorrizo, mujer estadounidense, que se realizó una lipectomía, una liposucción y una lipoescultura. Inclusive a partir de este caso la Secretaría de Salud del Valle del Cauca realizó nuevos controles a establecimientos habilitados para la realización de cirugías y de 40 clínicas cerró 37 quirófanos; y, aún así, ocurrieron los casos citados al comienzo de esta columna.
Las cifras son alarmantes. El auge de las cirugías estéticas en Colombia es un problema de salud pública que afecta tanto a personas de los estratos más alto a los más bajos, distintas edades o regiones del país. Muchas personas mueren a causa las famosas clínicas de garaje, donde bajo precarios estándares, se están realizando dichas cirugías en distintas ciudades del país. Estos médicos convalidan cursos cortos en el exterior como cursos para la realización de cirugías estéticas, cuando en muchas ocasiones estos duran apenas 1/5 de las horas que deberían recibir.
Tanto así, que entre 2016 y 2017, a Lucilda Briggs le realizaron 3 cirugías, que le dejaron el seno derecho deforme e infectado. El cirujano que le iba a realizar el procedimiento, Juan Pablo Robles, está en la lista de investigados de la Fiscalía General de la Nación; por lo cual, Robles realiza el contacto con las víctimas, quienes piensan en principio que es éste cirujano quien las operará, y un “colega” realiza las intervenciones, convenciendo a los clientes con descuentos y demás. Lucilda es solo una de las tantas víctimas de este y otros falsos cirujanos.
Hay que promover acciones que la administración en Medellín ha realizado para afrontar este problema: asesorías gratuitas de la Secretaría de Salud a personas interesadas en realizarse cirugías, bases de datos con cirujanos y centros autorizados y la realización de capacitaciones en las instalaciones médicas; es necesario realizar más operativos de control.
Pero, hay que afrontar el verdadero problema cultural que hay detrás. Vivimos en una sociedad donde la autoestima y la imagen que cada uno tiene de sí mismos depende de unos constructos que sean creado sobre la belleza, en donde se cree que senos grandes, abdomen plano, glúteos prominentes, significan aceptación, poder y, en últimas, amor propio. Vivimos en una sociedad, que definitivamente, se ha corrompido.
Esta es la lista de médicos de los cuáles la Fiscalía ha revisado su expediente ante las denuncias y temores que se han presentado. Me permito reproducirla como un acto de responsabilidad con quienes desean realizarse algún tipo de cirugía estética.
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